Una pista atlética en las peores condiciones, galerías que parecen cavernas, baños que son una verdadera tortura, espacios destinados a la práctica de otros deportes amateur en un absoluto olvido y un césped que pide mejor trato o una renovación son solo algunos de los problemas que encienden las alarmas y dicen que el histórico estadio sudamericano Félix Capriles ha llevado su deterioro al límite.
Lo grave del caso, es que las autoridades encargadas de la manutención del principal escenario deportivo de Cochabamba, reconocieron la pasada semana que no cuentan con presupuesto para efectuar las mejoras, en un espacio que dentro de dos años se convertirá en el eje principal de los Juegos Odesur.
Y es que sufrir sus graderías en obra gruesa durante los 90 minutos de un partido, improvisando sillas con pedazos de plastoformo cubiertos con bolsas plásticas o tratar de acomodarse en unas insufribles sillas plásticas que simulan ser butacas, es una práctica que parece más propia de un pueblo del siglo pasado que la de una ciudad de medio millón de habitantes en el nuevo milenio.
Las cabinas de transmisión radial o televisiva casi en ruinas, sin acceso a herramientas actuales de las telecomunicaciones como una conexión wifi parecen una máquina del tiempo que obligan a los periodistas a vivir en el pasado. El acceso a este espacio mediante un ascensor que hace poco se detuvo por más de una hora y cuya puerta tuvo que ser destrozada para rescatar a las seis personas que quedaron atrapadas en su interior, también son señales claras de que una renovación urge.
Mientras tanto, el fútbol profesional, atletas de élite y escuelas de deportes como el esgrima, el boxeo siguen ingeniándoselas para salvar las deficiencias ocasionadas por el deterioro de un escenario cuya construcción comenzó en 1923 y se completó en 1977, que fue remodelado para los Juegos Bolivarianos de 1993, modernizado en 1997, maquillado en un par de ocasiones y que desde entonces fue prácticamente abandonado a su suerte.
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